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EL RAUDO PASO DE GARIBALDI POR LAS AGUAS DEL PARANÁ
Por Carlos Bolzán
 

¡Fuego a discreción! ordenó la gente de Manuel Oribe a los soldados que se movían presurosos junto a los cañones. Las detonaciones hacían vibrar las barrancas y segundos después estallaba la superficie del Paraná, allá abajo, frente mismo a la capital de Entre Ríos. A pesar de la insistencia del ataque, las naves que comandaba Giuseppe Garibaldi seguían raudamente río arriba, con la figura erguida, inalcanzable, del legendario marino en la proa de la corbeta Constitución.No era la primera vez que los ojos del europeo abarcaban las aguas marrones del río y de la propia Bajada, como se llamaba Paraná en 1842. Es que allí había estado hacía apenas tres años y le entrañaba un recuerdo especial pues llegó gracias a la intervención del gobernador Pascual Echagüe, quien lo rescató de su cautiverio en Gualeguay, donde el nizardo además de haber estado preso padecía torturas y poco faltó para su muerte. En la Bajada había permanecido dos meses y medio, detenido primero y luego en libertad. Tuvo oportunidad entonces de caminar las calles onduladas de la ciudad, hasta que embarcó en un bergantín en busca de Montevideo. Poco después volvería a Brasil para luchar junto a los republicanos del sur. En esos intensos días de selva y mar había burlado el encierro de tropas imperiales al huir por tierra firme con sus barcos montados en grandes ruedas; en Laguna, había conocido a Anita; con ella había regresado después a la Banda Oriental a luchar contra las ambiciones de Juan Manuel de Rosas y, representando la flota naval de ese país, surcaba ahora el Paraná con la misión de anexar naves para la causa oriental.

La nostalgia se esfumó en ese instante frente a la Bajada. El fuego desde la orilla eran apenas un hostigamiento, el complemento de un peligro aún mayor para la flota corsaria: la cercana persecución de los barcos de un nombre trascendente en la historia rioplatense: Guillermo Brown. La flota enviada por Juan Manuel de Rosas estaba cada vez más cerca de Garibaldi y su grupo de italianos y uruguayos.

Aguas arriba de Paraná, a punto de ser alcanzado, cayó la noche y con ella el intermezzo obligado para todos los navegantes, unos y otros, rodeados de oscuridad y de un río que no podían tantear desde sus maderas alquitranadas. En la desembocadura del arroyo Las Conchas, los hombres de Garibaldi bajaron y se reaprovisionan en algunos establecimientos vecinos. Acciones non sanctas solían ser un método para hacerse de recursos básicos en aquellas situaciones, según lo relataría luego el propio héroe de dos mundos.

La persecución se reinició desde poco antes de que despuntara el día. Garibaldi y sus hombres, en rápida huída, una vez más sacaron ventaja de las armas argentinas disparadas desde la flota y desde las barrancas entrerrianas. La persecución fue mucho más encarnizada de lo que Garibaldi se imaginó. Pero, como estaba acostumbrado a sus 35 años, saldría vivo para contarlo.

Más allá de La Paz, en Costa Brava, se estrechó la distancia y volvieron a ser útiles los cañones, ahora con los blancos a su alcance. Esta vez, embretado, el nizardo recurrió una vez más a la acción sorpresiva y prendió fuego a toda su flota. No habían servido los explosivos que a manera de jangada soltó aguas abajo en pequeñas embarcaciones para que se estrellaran contra las naves de Brown. Tampoco el sacrificio de uno de sus hombres, tomado y asesinado de manera sanguinaria por tropas enemigas. Garibaldi quemó las naves, saltó a tierra con los hombres que le quedaban vivos, expuesto a la soldadesca enemiga, que los superaban en número. Esta vez fue la decisión de Brown la que le renovó su permanencia en el mundo de los vivos: "Déjenlo escapar, no merece morir" habría dicho el inglés al dar la orden, mientras retraía el catalejos a su mínima extensión.

El regreso por tierra al Uruguay, el reencuentro con Anita y con sus hijos, el viaje a Italia para luchar por la unificación de sus territorios, los logros libertarios y la gloria, llegarían después. También la muerte de Anita en plena zona de luchas, cerca de Ravena; la cesión de su Niza natal a Francia, en sus propias narices, dos nuevos matrimonios, el truncado ingreso a Roma, la reunión con la amante de Bolívar, Manuela Sáenz... Como en un caleidoscopio recordaría luego otras prisiones, otras condenas a muerte incumplidas, el sangriento asalto a Gualeguaychú, el abrazo con Brown, la persecución de unos para eliminarlo, de otros para conocerlo... Nada peculiar en la vida de Garibaldi.

¿Su paradigma de la libertad? ¿La influencia de la masonería? ¿Su mente estratégica? ¿Simplemente la buena estrella? Es difícil acertar cuáles fueron los factores que desencadenaron sus huidas, triunfos, y la dimensión legendaria del gran protagonista de la unidad italiana. Es difícil evaluar un derrotero sobre mar y tierra, luchas y pasiones, y permitirse la muerte recién en la vejez, en una isla del Mediterráneo. Seguramente los historiadores o los investigadores sabrán dar una respuesta más cercana a la verdad, hurgando en archivos, en entrelíneas y hasta en omisiones. Por lo pronto, tenemos a disposición, entre otros elementos, testimonios tangibles del paso de Garibaldi en Entre Ríos: el palo mayor de la corbeta Constitución, chamuscado por las llamas y el tiempo, conservado en el Museo de La Paz; un arcón en el Museo Histórico de Paraná; el horcón donde estuvo colgado de pies y manos, en Gualeguay; la casa que ocupó en Gualeguaychú y una tradicional cancioncilla que, inmortalizaba al aventurero en estaslatitudes sudamericanas: "E non è vero que è morto Garibaldi, pum / Garibaldi, pum, / Garibaldi, pum."

A dos siglos de su nacimiento, las incursiones de Garibaldi en la región rioplatense no pasan desapercibidas. Aventurero, héroe, controvertido, luchador, corsario.Más allá de las opiniones y del aura romántica que lo envolvió, su lucha republicana en el siglo XIX es seguramente su mayor osadía. Y su fuerte instinto de libertad, la nave con que su figura se sigue abriendo paso en las tempestuosas aguas del tiempo.

(Especial agradecimiento a Secretaría de Turismo y Cultura de La Paz; familia Garbarino, de Paraná; Museo Histórico Provincial Martiniano Leguizamón, Paraná)
Paraná, Argentina, junio de 2007.

Garibaldi
 
Oleo de autor desconocido que muestra a un Garibaldi anciano y una lesión sangrante en el pie derecho.
El cuadro original obra en poder de la familia Garbarino, en Paraná. (Fotografía Sergio Ruiz)
 

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