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DICCIONARIO BIOGRAFICO ITALO-ARGENTINO (lema "Garibaldi")
Por Dionisio Petrella y Sara Sosa Miatello. Publicado por la Sociedad Dante Alighieri de Buenos Aires.
GARIBALDI, José Marino. Militar. Político. Escritor.

Paladín internacional de la libertad, es el prócer más popular del Risorgimento italiano y en la brevísima recordación de su heroica vida, nos detendremos solamente sobre el período de una docena de años transcurridos en el Río de la Plata*.
Nació en Niza (por aquel entonces territorio del Reino de Cerdeña) en 1807 y niño aún se dedicó a actividades marineras, navegando también en Oriente.
Habiendo adherido a la prédica y acción revolucionaria de José Mazzini, escapó de una condena a muerte, en 1834. Después de diversas andanzas, terminó reparando en Río de Janeiro, adonde llegó a fines de 1835 o principios de 1836.
Aceptó hacer la guerra de corso en favor del Estado de Río Grande del Sur, que se había rebelado contra el gobierno brasileño, utilizando al efecto un lanchón armado en cúter, el Mazzini, de 20 toneladas de arqueo, propiedad de otro prófugo italiano, Luis Rosetti. Catorce hombres tripulan el lanchón al mando de Garibaldi. El Farrupilha, nuevo nombre del Mazzini, a la altura de Guaratyba, pronto se posesiona, sin derramamiento de sangre, de la sumaca Luisa. A ésta se traslada el equipaje del primitivo Farrupilha, que es hundido, y con cuyo nombre es rebautizada la sumaca aludida. Izadas nuevamente las velas, Garibaldi pone proa en dirección al Río de la Plata y a fines de mayo de 1837 penetra en el puerto de Maldonado, desplegando la bandera republicana de Río Grande.
La Legación Imperial reclama en seguida el apresamiento del corsario, pero Garibaldi, al constatar que la acogida que se le hacía no era la esperada, antes de ser apresado, embica hacia Montevideo y de allí se interna en el Río de la Plata, en demanda del río Uruguay, perseguido por la ancha montevideana María con 24 tripulantes armados, en unión de otra embarcación. Después de un sangriento encuentro, resistido valientemente por el Farrupilha, éste consigue retirarse, pero llevando a bordo un herido grave: el mismo Garibaldi, quien ha recibido un balazo en el cuello.
El héroe resuelve entonces remontar el Paraná hasta llegar a Santa Fe y en aguas de la isla Martín García consiguió de un buque allí anclado que se le proporcionara un marinero que .los condujese dentro del Guazú.
Poco después, gracias a la intervención del capitán Lucas Tartabull, al mando de la goleta Pintoresca, procedente de Buenos Aires y a quien hallaron a la altura del Ibicuy, consiguió ganar la entrada al puerto de Gualeguay. Obtuvo recomendaciones para el gobernador de Entre Ríos Pascual Echagüe quien, dice Garibaldi, “.debiendo partir me dejó su propio cirujano Don Ramón del Arce, que me extrajo con facilidad la bala alojada en el cuello”.
Sin embargo, una vez curado, recibió órdenes de no ausentarse de Gualeguay y como el gobernador de Buenos Aires don Juan Manuel de Rosas, respondiendo a los requerimientos de la Corte Imperial de Río de Janeiro ordenaba el apresamiento del Farrupilha, decidió abandonar su encierro. Pero a poco más de un kilómetro del Ibicuy fue alcanzado y detenido por las fuerzas de Leonardo Millán, comandante interino del departamento de Gualeguay. El propio Millán, después de haberle azotado brutalmente con un látigo, lo hizo colgar desde una de las vigas de la pieza destinada a servirle de prisión. Después de dos horas de tal suplicio, fue colocado en el cepo al lado de un asesino. Pero no faltó una delicada mano femenina, la de la señora Rosa Sanabria de Aleman, que le hizo más llevaderos los días de prisión. Años más tarde, en 1845, los papeles se invertirían, pues fue Garibaldi quien tomó prisionero a Millán, pero sin someterle a vejación alguna y poniéndole de inmediato en libertad.
Pero volvamos al prisionero de Millán. Por resolución del gobernador Echagüe, fue trasladado a la Bajada y excarcelado después de dos meses. De Echagüe escribió más tarde Garibaldi: “debo confesar las muchas obligaciones que le debo y quisiera aún hoy poderle probar mi gratitud”. Una vez liberado, Garibaldi tomó pasaje en un bergantín genovés que lo transportó al Guazú, donde trasbordó a una balandra que lo llevó a Montevideo. En esta ciudad transcurrió solamente un mes y luego, ayudado por amigos leales, pasó a Río Grande. Aquí, mientras luchaba por aquella causa revolucionaria, unió su destino al de Ana María Ribeiro da Silva que lo siguió a bordo del Río Pardo y desde entonces participó heroicamente en todas las andanzas del amado.
En 1841, Garibaldi vuelve a Montevideo. Aquí celebra su casamiento con Anita y al tener una familia, le urge satisfacer sus necesidades más apremiantes. El, que ya había sido maestro en Constantinopla y comerciante en Río de Janeiro, actúa en Montevideo como agente de comercio y profesor de matemáticas en el Colegio Semidei. Entre los que fueron sus alumnos, se recuerda a Antonio Tavolara que fue director de la Biblioteca Nacional de Montevideo, Cayetano Alvarez que dirigió .El Siglo., Saturnino Ribas que fundara los astilleros del Salto, y otros.
Pero bien pronto, apremiado por amigos y por el gobierno de la ciudad, deja Garibaldi las actividades civiles para aceptar el mando de la corbeta de guerra Constitución, de diez y ocho cañones. Montevideo, que responde al general Fructuoso Rivera, se encuentra en guerra con el ex presidente de la República Oriental Oribe, apoyado por las tropas federales de Juan Manuel de Rosas en lucha con los unitarios encabezados por el general Paz. A Garibaldi se le confían tres embarcaciones: la corbeta Constitución, el bergantín Pereira y el transporte-goleta Prócida o Libertad, y se le asigna una empresa descabellada: forzar el paso de Martín García, navegar por el Paraná hasta la altura de la Bajada (hoy Paraná), capturando o destruyendo toda embarcación federal que encuentre para cortar las comunicaciones de Oribe con la costa santafesina y, llegado a la Bajada, dar aviso al gobierno amigo de Santa Fe de su presencia en dichas costas.
Pero al llegar frente a la isla de Martín García debe sostener un cruento duelo de artillería con los federales que guarnecen la isla. Esperan éstos la llegada de Guillermo Brown, el famoso almirante que manda la flota federal, quien, con cinco buques, viene desde Buenos Aires para aniquilar al “pirata” Garibaldi. Pero, a favor de la niebla, después del combate, éste se ha hecho humo, poniendo proa al Paraná.
Después de unos veinte días de azarosa navegación con algunos infructuosos desembarques en busca de víveres, llegados los tres barcos a la Boca del Tiradero, en las proximidades de la Bajada, se encuentran con la resistencia de una flotilla federal dirigida por Juan F. Seguí que apoya el fuego de su propia artillería con el de las baterías terrestres. Después de dos horas de combate, Garibaldi decide seguir remontando el río. En la Punta del Cerrito, lugar donde el río se angosta y lo dominan las barrancas, los federales han armado otra batería. El 30 de julio de 1842 Garibaldi desafía el nuevo peligro mortal. Haciendo remolcar las naves mediante largos cables, avanzó por tierra con sus marineros “combatiendo y trabajando”, bajo el fuego enemigo. Así fue superado el obstáculo sin grandes pérdidas y con la incautación de varios buques mercantes.
Al llegar a Costa Brava, en un punto próximo al deslinde entre las provincias de Entre Ríos y Corrientes, la expedición tuvo que detenerse porque el río tiene escasa profundidad para buques de calado. Llega así la flota de Brown y el 15 de agosto se combate duramente. Las bajas de Garibaldi son tan graves como los deterioros de sus buques, pero se sigue combatiendo al menos para salvar el honor. En la noche del 15 de agosto .se ocupó toda la gente en preparar cartuchos, porque habían sido consumidos todos; en hacer pedazos las cadenas para suplir las balas que faltaban Reanudado el combate el 16, ya nada se puede hacer. Garibaldi que ha despachado la Libertad hacia Corrientes, dio orden de evacuar las naves y manda incendiar el Pereira y la Constitución, alejándose con los suyos por tierra y por agua del teatro de lucha. Brown es apremiado por sus oficiales para perseguir y apresar al adversario que acaba de derrotar, pero contesta: “No, déjenlos que se escapen; Garibaldi es un valiente... Dios lo ayude al pobre y a la esposa”. Escribe: “Pelearon como tigres, fiados en que por su fuerte posición saldrían airosos; pero todo fue en vano”.
Cinco años más tarde Brown, de paso por Montevideo en viaje a Europa, manifiesta el deseo de ver al enemigo derrotado. Este se adelanta y se abraza repetidamente con el viejo marino. Después de Costa Brava, Garibaldi y sus hombres supérstites llegaron a Esquina donde pasaron unos meses, hasta que recibieron orden de Montevideo de pasar al Uruguay y ponerse en contacto con Fructuoso Rivera. Pero éste, el 6 de diciembre sufre una espantosa derrota en Arroyo Grande. Montevideo decide resistir al sitio de las fuerzas de Oribe. A Garibaldi se le confía de organizar las nuevas fuerzas navales. Para ello promovió una exitosa suscripción popular y a fines de 1843 el héroe tenía a sus órdenes un bergantín, tres goletas, cinco pailebotes, tres cañoneras y tres lanchones. Por tierra, la ciudad es defendida no solamente por uruguayos sino también por los argentinos emigrados y los extranjeros residentes o llegados a propósito y que son organizados en sendas legiones.
A Garibaldi le cabe también el honor de organizar la Legión italiana. El 7 de abril de 1843, .El Nacional, anuncia: “El Patriota y Valiente Garibaldi, con la energía que lo distingue, también se ocupa en formar un cuerpo de infantería italiana. Cuenta ya con un gran número de enrolados y el prestigio que arrastra este bravo jefe hace esperar que cada día la reunión se hará más numerosa”. La Legión pronto se cubre de gloria y Garibaldi alterna su puesto de mando en operaciones navales y terrestres.
El 24 de abril de 1844 en el Paso de la Bajada manda el centro de la columna atacante. Al terminar la acción, el general Paz le estrecha la mano y le dice: “Hoy he visto que los italianos son verdaderamente valientes”.
El 20 de agosto, al frente de sus cañoneras consigue adueñarse de un bergantín y de una goleta enemigos. Mientras, el gobernador de Buenos Aires Rosas trata de sobornarlo: “Trate Vd. de ganar al gringo Garibaldi que es el alma de los salvajes unitarios encerrados en Montevideo, sin reparar en cantidad, le daremos todo el oro que pida, porque los salvajes no tienen que darle ni para velas”. Pero Oribe se ve obligado a escribir a Rosas: “He empleado todos los medios para conseguirlo, pero es inganable, es un empecinado salvaje”.
A mediados de 1845, con la ayuda de las flotas que Francia e Inglaterra tienen destacadas en el Río de la Plata, Montevideo consigue reunir 28 buques que se confían a Garibaldi para tentar una expedición de gran aliento, para lo cual se embarcan 300 soldados uruguayos y los 600 hombres de la Legión italiana. Se trata de abrir a cañonazos la navegación del Uruguay y establecer libres comunicaciones con la provincia de Corrientes, que nuevamente se ha alzado contra Rosas. A fines de agosto, la flota, después de un cañoneo de cuatro horas, toma la Colonia y el 5 de setiembre ocupa también la isla de Martín García, remontando el río Uruguay. El mismo destino corren las islas de Yaguarón, Vizcaíno y Lobos. Luego cae sobre Gualeguaychú que es tomado gracias a una sorpresa nocturna. Al retirarse, Garibaldi fue entrevistado por residentes extranjeros quienes le pidieron la libertad de los prisioneros. La contestación fue rápida y generosa: “En el acto que yo pise a bordo para retirarme de este punto, serán esos señores desembarcados y puestos en sus respectivas colocaciones”.
Y así, en efecto, lo hizo. Siguiendo la navegación, durante una hora, combate con los defensores de Paysandú, pero no consigue apoderarse de la plaza. Continúa hasta el Salto, donde lo detiene el poco calado de las aguas. Entonces decide fortificarse en una base terrestre que ubica en Hervidero, cuatro leguas al sur de Concordia. En la base resiste ataques de fuerzas contrarias dirigidas por el coronel Lavalleja que, a su vez, hostiga con frecuentes incursiones. En una de éstas, captura a la misma esposa de Lavalleja, pero caballeroso como siempre, accede a su pedido y la hace transportar junto con otras señoras a Concordia. Al capturar la población del Salto y hacerse fuerte en ella, aumentan las dificultades, puesto que el mismo Urquiza a la cabeza de 3.000 hombres, le hace objeto de un infructuoso asalto. A comienzos de 1846, los defensores del Salto efectúan una salida, .pero al llegar a San Antonio los 300 hombres son atacados y rodeados por Servando Gómez con 1.200 soldados. Garibaldi toma un fusil y combate a la par de sus soldados, durante seis horas. Al caer la noche emprende la retirada en columna, conduciendo en grupa a los heridos y muchos despojos del enemigo, sosteniendo vivísimo fuego.
La difícil retirada duró cuatro horas: la Legión italiana sufría 83 bajas contra 200 del enemigo. Impuesto el gobierno uruguayo de la victoria alcanzada por Garibaldi lo asciende a coronel mayor y decreta: “Mientras otro cuerpo del ejército no se ilustre con un hecho de armas semejante, la Legión italiana tendrá en la formación la derecha de nuestra Infantería”.
En 1846 y 47 Garibaldi sigue luchando por la causa de Montevideo, aunque ésta se va debilitando cada vez más, especialmente a partir del 1 de abril de 1847, día en que una revolución lleva al poder a Fructuoso Rivera. Los partidarios de éste intrigan contra Garibaldi, pues temen que el prestigioso jefe se incline a favor de sus adversarios. Como anota “La Nación”, “la guerra entonces .dejó su magnifico carácter de lucha nacional, para la República y para la libertad amenazada en ambas orillas del Plata, por asumir carácter personal, partidista y mezquino”.**.
Garibaldi no estaba hecho para intrigas, ni para recompensas materiales. En presencia de sus legionarios rompió los títulos de propiedad de diez leguas de campo, obsequio acordado por el Gobierno de la Defensa en premio de sus servicios. Dijo entonces: “La Legión italiana da su vida por Montevideo, pero no la cambia por tierras ni por ganados; ella da su sangre en cambio de la hospitalidad que recibe, porque Montevideo combate por la libertad”.
Pero a comienzos de 1848, Garibaldi desespera por el triunfo en el Río de la Plata de la causa de la libertad. Y con este estado de ánimo recibe alborozado la noticia de la revolución que ha estallado en Palermo contra la casa de los Borbones que dominaba todo el sur de Italia. El 15 de abril, embarca con sesenta y dos compañeros a bordo de la Esperanza, alistada por Esteban Antonini con el concurso de algunos otros patriotas de Montevideo.
En la península itálica, Garibaldi pronto se convirtió en la figura central del movimiento de unión e independencia nacional, protagonizando innumerables hechos de armas y de política de diversa índole. Famosísimo entre ellos la “Expedición de los mil”, que embarcados en Quarto, cerca de Génova, en la noche del 5 al 6 de mayo de 1860 desembarcaron cinco días después en Sicilia y, en poco más de tres meses, deshicieron los ejércitos borbónicos y conquistaron todo el sur de Italia, que entregaron al rey de Piamonte, Víctor Manuel II. Otro episodio famoso en la vida del héroe había sido, en 1849, su participación junto con Mazzini en la “República romana” ahogada en sangre por los soldados franceses que sostenían el poder temporal de los pontífices. Episodio cuyo recuerdo, 22 años después, no impidió a Garibaldi acudir a la defensa de Francia, Invadida por los prusianos, obteniendo la victoria de Dijon. En los últimos años de su vida, Garibaldi cedió a anhelos literarios, poniendo al día sus Memorias autobiográficas, escribiendo novelas y componiendo versos italianos y franceses. Falleció en la isla de Caprera, en Cerdeña, en 1882.
*Véase Ricardo R. Caillet-Bois: Garibaldi en el Río de la Plata, edición de la .Dante Alighieri., Buenos Aires, 1948, y la abundante bibliografía allí citada.
**Número especial..., op. cit., p. 381.


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